Sunday, May 08, 2005

The Dancer Upstairs





De forma inusual dimos con esta película,
The Dance Upstairs. Un compañero de Pepe le dijo que en Chicago rentó una película que dirigió John Malcovich y que ésta versaba sobre los años de terror en Perú. La misma está basada en la novela del escritor británico Nicolás Shakespeare
, y él se basó en hechos reales que acaecieron en el Perú. Tal vez la película peque de usar tantos hechos reales en un territorio que sí tiene nombre y que en la película no lo tiene --es un país sin nombre, pero sí se menciona los lugares en donde va desarrollándose: Huallaga, Ayacucho, Jauja y otros más que vivió la tragedia a gran escala,incluyendo Lima, la capital. El verdadero lider de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, --que responde al nombre de Ezequiel en la película-- cayó tras un seguimiento minucioso el año de 1992. Justamente en el segundo piso, de donde la verdadera bailarina Maritza Garrido Lecca tenía su estudio en el primero. Hay mucho en sí de dramatismo bien llevado, pues no se exagera en las cruentas sangrientas. Sin embargo, no habría un libro o película capaz de sostener tanta sangre. Esta mañana pensé en que Mario Vargas LLosa cometió el mismo error que Nicolás Shakespeare, en este caso, en su libro "La Danza del Chivo", con el cual fue acusado de plagio. Recuerdo que dije que eso no era posible, porque eran hechos reales, pero ahora sí creo que si se va a escribir una novela basada en hechos reales, debería ser más una novela histórica y no una que se considere dentro de la novela de ficción, siendo que no es así. Hago esta aclaración, porque como peruana y como parte de esa historia desde adentro de la tierra misma, no es justo que se dé créditos de ficción pero tampoco que se atribuyan datos que hieren para crear su ficción, creo que la ficción misma no alcanzaría a describir lo que realmente aconteció.

Exite una obra que me agradó el cómo fue tratada, se titula
"Rosa Cuchillo" de Óscar Colchado, en ella él utiliza la mitología andina para describir, al estilo del mágico realismo, el cómo se empezó a dar con esta desgracia, desgracia que inicia con la desgracia del ser desposeído. Es un hablar de los muertos, como los murmullos de Pedro Páramo de Juan Rulfo donde Colchado va construyendo la realidad triste usando lo que conocemos realismo mágico. Vale la lectura. Acá se encuentra en la biblioteca de graduados de UM.

Encontré un buen sitio en internet que vale la pena visitar, para ver avances de la película The Dancer Upstairs, se las recomiendo.


Para terminar con este página de mi bitácora, que ya es hora que le dé un hasta aquí, solamente compartir que después de 15 años volví a soñar que corría desde la avenida Naciones Unidas las seis cuadras a mi casa, a oscuras, con los gritos ensordecedores de la gente, con las piernas que me flaqueaban y que necesitaba entrar a casa, y mi llave no estaba en el bolsillo y veo pasar furgonetas y oigo las explosiones. Pensé que no me seguía trastornando esos recuerdos, pero anoche volví a soñar lo mismo.

Amparo

Friday, May 06, 2005

El espejo

Esa mirada tuya. Esas lágrimas y tu puño enjugando tus ojos como un niño de dos o tres años. Pequeños ojos los tuyos, dos pequeñas lámparas de ébano, con la fuerza del tiempo inmemoriable. Tu mirada me turba. Te dije que no podía mantenerla por mucho tiempo. ¿Te acuerdas? No supiste qué decir. Miraste mis manos y jugaste con tus dedos. Titubeaste. No te dejé hablar, inmediatamente agregué, --tienes la fuerza del pensador. No te das cuentas, pero con tu mirada escudriñas, tanto así que yo la siento atravesar mi cráneo, tu mirada trepana mi cabeza. Sin ánimo me dejas, desnudo ante la nada. Sí, eso me ocurre cada vez que me miras: un ente incorpóreo.



Yo soy tu extranjero encarcelado, en espera de la pena máxima. Releyendo los contornos de las paredes que me separan de la libertad. Paredes que devuelven como eco mi respiración. Te aconsejé que no me miraras, no debías despertar al animal que dormía en el fondo de mi existencia.

¿Lloras de nuevo? Te hubieras ido sin mirarte y no estar aquí ante mí otra vez. Me empino. Me dejo ir. A lo lejos oigo voces llenas de algarabía. ¡Levanta tu copa, no seas cobarde! Brindemos. Te prometo que vendré a buscarte cada vez que quiera desahogarme, eso sí, evitaré mirarte a los ojos, no sea que tú tomes mi lugar, yo el tuyo, el de reflejo no lo deseo.

Amparo
Imagen obtenida de Cuaderno de notas. http://libro-de-obras.blogspot.com/2004_05_01_libro-de-obras_archive.html

Una tarde en Kalamazoo



Jean-Baptiste-Camille Corot
Mademoiselle de Foudras

Fue el año pasado, mes de junio. En el Museo de Kalamazoo se daba una muestra pictórica que tenía en su haber a Van Gogh, Corot, Renoir y muchos de la misma talla. Estábamos recordando épocas de mi niñez, de cuando mi padre me llevaba a los museos limeños, y con asombro recibía en mi cerebro toda una cátedra sobre cada pintura que mi padre nos acercaba en silencio con sus pasos firmes hacia la obra en sí. Este mismo sentir se repitió el año pasado. Pero, con algunas diferencias. Este cuadro de Corot, poco conocido como retratista y más conocido como paisajista, me separó del grupo. Era como un magnetismo que me sustraía de todo el entorno. Escuchaba a lo lejos las voces conocidas, pero no me detenía, mis pies iban dibujando danzas en el piso frío propio de la losetas. Tenía unas ganas increíbles de arrojarme dentro del lienzo, acompañando a mi estado inusitado, un infinito deseo de llorar. De un momento a otro yo estaba allí y ella dentro de mí. Mis sentimientos supieron de miedo, un miedo a la vida misma, al abismo, me sentía balanceando en la cúspide de un árbol invertido. Estaba anonadada por tanta belleza en la pintura, no en sí por la belleza del personaje. Mi angustia crecía, qué ganas locas tuve de salir disparada por el punto por donde vine a dar a este mundo. Fue cuando mi padre, a pasos más descansados, posó su mano sobre mi hombro derecho y me dijo: ¿La sientes?, creo que sí. Es impresionante. No te angusties, lo mismo sentí cuando vi este retrato. Es impresionante, pero me jode que a Corot se le conozco exclusivamente por sus paisajes y no por sus retratos. ¡Cómo me gustaría tener esta obra en mi atelier!

Sus palabras me frenaron en seco, qué bueno que se acercó, que me habló... volteé y le dije: sí pá, es increíble, nunca me ha pasado esto anteriormente. Me había prometido hablar de mi sensación, pero necesitaba mostrar el retrato. Tal vez alguien más sienta lo que sentí cuando vi el lienzo.

Amparo